Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez


Por Eduardo Esparza

Artista Plástico

Los artistas plásticos que supuestamente ya no somos plásticos sino visuales, según los cánones europeos y norteamericanos, hemos sido mucho más tolerantes, incluyentes y democráticos en la coexistencia pacífica con otras expresiones creativas y estéticas como el arte conceptual. Nunca se ha pretendido “aniquilar al contario”, como es usual resolver las diferencias en un país como el nuestro, pero en el sentido inverso, los papistas y procuradores del arte conceptual nos han tirado a matar queriendo imponer su estética y concepto por encima de todo, y “el todo vale”.
La pregunta que surge sobre el salón de artistas de Anapoima es muy válida, ¿por qué en un salón en donde más del 90% de los trabajos están realizados en disciplinas como la pintura, el dibujo, la escultura, la fotografía, el grabado y en el que, entre 240 trabajos solo hay diez instalaciones y videos, se nombra al señor Ricardo Arcos Palma que es uno de los promotores del arte conceptual como jurado? El resultado no podía ser diferente, el premio de $30.000.000 se lo lleva una instalación y dos de las cuatro menciones para otras dos instalaciones, y la última fue concedida a una fotografía. Allí yo le pido una explicación al Director y organizador del salón: ¿Por qué no se incluyó dentro del jurado a personas idóneas para juzgar todo lo allí expuesto, que respeten las diferentes expresiones artísticas y respeten a los artistas?
Los veteranos en el arte ya sabemos cómo es el tejemaneje que se ejerce en el medio, ya estamos curtidos y sin embargo cuando metemos la cabeza, porque confiamos en la transparencia de un evento, nos escapamos de la decapitación.
Ya los señores Ricardo Arcos Palma y Lucas Ospina nos tienen acostumbrados a su duelo diarreico, en su disputa por cooptar los pocos trabajos que se generan desde las entidades que apoyan proyectos culturales, les encanta el lucro y están donde están las becas del Ministerio, donde hay premios considerables en los salones de artistas. Entonces son jurados, gestores culturales, críticos de arte, curadores y artistas cuando les toca; a ellos les cae como anillo al dedo, la instalación premiada con una mención de honor de los “chulos cenando” de Elberto Pinto.
No en vano cuando una de las jurados en la apertura del Salón leyó el acta de premiación, ensalzó primero al señor Ricardo Arcos como egresado de la Sorbona de París, y todo esto para justificar la chambonada del premio, porque no nos vengan a decir que esa instalación de los dos televisores es una genialidad del arte conceptual, que “delata la alienación de nuestra sociedad y el poder de manipulación de los medios”, sobre todo si esta instalación la realiza probablemente una joven artista alienada y manipulada.
Yo invito a ver la exposición que se encuentra en el Centro de Memoria Paz y Reconciliación en Bogotá, para que vean instalaciones realizadas por comunidades que, sin ninguna pretensión de ser artistas, nos conmueven con su dolor y la herida. Pueden ver la “Virgen de El Tarra”, región donde los paramilitares decapitaron a miembros de esa comunidad, y les impusieron una estatua de la Virgen en el parque principal y, luego de la desmovilización de los paracos, la Virgen un día amaneció decapitada.
Pueden ver varios acuarios con aguas del río y prendas de los muertos que allí tiraron, no como la mención que se otorgó en el salón de Anapoima, a dos acuarios llenos de tusas de maíz –no quiero ser grosero pero deberían reflexionar que hacer con esas tusas.
Se puede ver una bella pero conmovedora fotografía de raspachines asesinados por las FARC. Hay también en el Centro de Memoria una instalación que se llama la herida, que es una canoa muy larga con flores rojas, que hacen ver la belleza y el dolor. Se puede apreciar además una instalación de los sombreros aguadeños, para hablarnos de la colonización paramilitar y su dominación en el Urabá Antioqueño...
En ese escenario deberían ir a nutrirse jóvenes artistas que quieren expresarse a través de instalaciones, allí hay propuestas profundas, nacidas de la vida misma, de las entrañas de la gente que le ha tocado vivir la tragedia y el dolor, allí se construye memoria. También pueden ver el costurero de la memoria, que son los tejidos que cuentan historias, que hacen las madres de los jóvenes falsos positivos de Soacha y  desplazados de la violencia.
¿Cuándo se acercarán por allá estos procuradores papistas del arte conceptual?
Seguramente cuando adviertan que hay un dinero considerable para hacer una curaduría.

Nuestro silencio ha sido bastante parecido a la estupidez.